EL MONO MIGUE
Tal vez por los años
treinta, en un pueblito muy alejado de los centros urbanos de entonces, pero
con la alegría de su gente trabajadora, de sus mujeres hermosas, que
bamboleaban la cadera al caminar, como la mata de maíz que
mece el viento.
Ese pueblito adornado por dos ceibas grandes, plantadas a orillas de un
rio orgulloso, que lo baña con sus aguas de panela, lo llamaban
Pinto, dizque porque las personas que lo habitaron en la antigüedad eran indios
pintaos descendientes de los pocabuyes, sus gentes se sentían orgullosos de sus
ancestros y del nombre de su pueblo.
En Pinto como en todos los
pueblos a orillas del rio, la vida giraba alrededor de una plaza a la que todo
el mundo asistía, a comprar sus víveres, pero también a divertirse o
simplemente a saludarse.
A un lado de la plaza, en la
parte opuesta de las ceibas vivían los hermanos Muños, Sielva una ama de casa y
la mayor de los hermanos, casada y con hijos, Hernando, un mayordomo de fincas,
que en ese momento trabajaba en la Finca La Piragua, en donde vivía con su
esposa y sus hijos, Miguel, todos en el pueblo lo conocían como el mono Migue, un
fornido campesino, hacedor de todo, parrandero y peleador, dicen que jamás buscó ni compró una pelea, pero jamás y nunca le saco el cuerpo a una, al contrario en ocasiones ponía su cuerpo para encontrar la pelea, su piel era blanca en
contraste con la de los demás habitantes de Pinto, los vellos de su cuerpo
brillaban con el sol y Lucia, la hermana menor de apenas 12 años, quien era la
consentida de todos.
Todas las noches, los
miembros de la familia Muños que estaban en la casa salían por el patio, mejor
dicho por el portón (portillo) del patio, daban la vuelta a la cuadra y
compartían con otras familias de Pinto en la plaza, que tenía al frente el rio
y las dos ceibas grandes, al otro lado la iglesia con
su torre imponente.
La vida de Pinto era
tranquila, los acontecimientos eran normales y predecibles, no existían ni
siquiera los locos, que no faltan en una comunidad, las gentes sabían a qué
horas pasaban las lanchas en la
madrugada y a qué horas regresaban por la tarde, también sabían que personas se
embarcaban y quienes llegaban.
Un sábado por cierto el mono
Migue salió a la calle, como de costumbre, y se puso a jugar dominó con unos
amigos y a tomar ron de Caña, allí llegó un joven llamado Bonifacio Álvarez,
mayordomo de la finca Pamplona cerca del pueblo,
amigo del mono y su hermano Hernando, Bonifacio pidió jugar con su amigo Migue,
pero solo los dos, Migue le ganó dinero y
también el pago de toda la bebida, Bonifacio ya pasado de tragos intento
agredir al mono y este lo intuyó y saco un fuerte golpe que derribó a
Bonifacio, los amigos intervinieron y todo quedó allí, Bonifacio solo alcanzó a
decir “Mono te ganaste esta, pero otra no te ganas”, todo el mundo pensó que
eran cosas de borrachera.
El sábado siguiente y con la rutina de siempre
El mono salió a compartir con sus amigos, esta vez no hubo problemas, cuando se
sintió pasado de tragos cruzó la plaza, el rio
bramaba tímidamente, pero la conversación de sus aguas se oía muy lejos,
paso junto a la ventana donde su hermana Lucia dormía y dio la vuelta a la
cuadra para entrar por el portón(portillo) del patio, cuando metió la mano para quitar la cadena alcanzó a
ver el reflejo de algo que salió de la sombra, era el machete de Bonifacio que
se estrelló una y otra vez contra su humanidad.
Allí encontraron al mono
tendido en la mañana, tenía el brazo derecho casi cercenado, era todo lo que
había utilizado para defenderse, el lado
izquierdo de su cara, a la altura del parietal tenía una herida
profunda, también en el cuello las herida eran comprometedoras, todo fue
alboroto por primera vez en Pinto se presentaba un caso similar, era increíble,
inaceptable, inaudito.
¿Quién fue? Fue la pregunta.
Al otro lado de la plaza se encontró el trozo de la cabuya de la mula de
Bonifacio, aun amarrado a una ventana, no había dudas era él.
Un grupo de personas salió
para la piragua a avisarle a Hernando, y el otro grupo rodeo la finca Pamplona,
donde Bonifacio estaba acostado en una hamaca, encerrado, con la peinilla en el
pecho. Hernando llegó y lo llamó varias veces, cuando contesto le dijo que le
pagaba la muerte de su hermano con la vida de su mujer y sus hijos, a lo que
Hernando dijo que no, que solo le interesaba hablar con él, para que le
conocer las razones por las cuales había
acabado con la vida de su hermano Miguel , entonces con decisión y osadía dijo “para fuera voy y otro me llevo”, salió
como loco con el machete en la mano, Hernando retrocedió con temor y tomó un trozo
de guayacán y lo lanzó contra Bonifacio logrando golpearlo a la altura del
estómago y derribarlo, fueron instantes que aprovecho la turba y Hernando no
logró verlo más.
Cuando llegó a su casa a ver
a su hermano muerto y consolar a sus hermanas, que movidas por el dolor se
aferraron a él, logró ver que la turba de gente ya tenía el cadáver de
Bonifacio al otro extremo de la plaza, en la orilla de rio, para entregarlo a
las autoridades.
Ese fue el final del mono
Migue y Bonifacio, en un Pueblo llamado Pinto
Autor: Luis
Eduardo Larios Payares