lunes, 17 de febrero de 2020


 EL MONO MIGUE
Tal vez por los años treinta, en un pueblito muy alejado de los centros urbanos de entonces, pero con la alegría de su gente trabajadora, de sus mujeres hermosas, que bamboleaban la cadera al caminar, como la mata de maíz que mece el viento.
Ese  pueblito adornado por dos ceibas grandes, plantadas a orillas de un rio orgulloso, que lo baña  con sus aguas de panela, lo llamaban Pinto, dizque porque las personas que lo habitaron en la antigüedad eran indios pintaos descendientes de los pocabuyes, sus gentes se sentían orgullosos de sus ancestros y del nombre de su pueblo.
En Pinto como en todos los pueblos a orillas del rio, la vida giraba alrededor de una plaza a la que todo el mundo asistía, a comprar sus víveres, pero también a divertirse o simplemente a saludarse.
A un lado de la plaza, en la parte opuesta de las ceibas vivían los hermanos Muños, Sielva una ama de casa y la mayor de los hermanos, casada y con hijos, Hernando, un mayordomo de fincas, que en ese momento trabajaba en la Finca La Piragua, en donde vivía con su esposa y sus hijos, Miguel, todos en el pueblo lo conocían como el mono Migue, un fornido campesino, hacedor de todo, parrandero y peleador, dicen que jamás buscó ni compró una pelea, pero jamás y nunca le saco el cuerpo a una, al contrario en ocasiones ponía su cuerpo para encontrar la pelea, su piel era blanca en contraste con la de los demás habitantes de Pinto, los vellos de su cuerpo brillaban con el sol y Lucia, la hermana menor de apenas 12 años, quien era la consentida de todos.
Todas las noches, los miembros de la familia Muños que estaban en la casa salían por el patio, mejor dicho por el portón (portillo) del patio, daban la vuelta a la cuadra y compartían con otras familias de Pinto en la plaza, que tenía al frente el rio y las dos ceibas grandes, al otro lado la iglesia con su torre imponente.
La vida de Pinto era tranquila, los acontecimientos eran normales y predecibles, no existían ni siquiera los locos, que no faltan en una comunidad, las gentes sabían a qué horas  pasaban las lanchas en la madrugada y a qué horas regresaban por la tarde, también sabían que personas se embarcaban y quienes llegaban.
Un sábado por cierto el mono Migue salió a la calle, como de costumbre, y se puso a jugar dominó con unos amigos y a tomar ron de Caña, allí llegó un joven llamado Bonifacio Álvarez, mayordomo de la finca Pamplona cerca del pueblo, amigo del mono y su hermano Hernando, Bonifacio pidió jugar con su amigo Migue, pero solo los dos, Migue le ganó dinero y también el pago de toda la bebida, Bonifacio ya pasado de tragos intento agredir al mono y este lo intuyó y saco un fuerte golpe que derribó a Bonifacio, los amigos intervinieron y todo quedó allí, Bonifacio solo alcanzó a decir “Mono te ganaste esta, pero otra no te ganas”, todo el mundo pensó que eran cosas de borrachera.
 El sábado siguiente y con la rutina de siempre El mono salió a compartir con sus amigos, esta vez no hubo problemas, cuando se sintió pasado de tragos cruzó la plaza, el rio  bramaba tímidamente, pero la conversación de sus aguas se oía muy lejos, paso junto a la ventana donde su hermana Lucia dormía y dio la vuelta a la cuadra para entrar por el portón(portillo) del patio, cuando  metió la mano para quitar la cadena alcanzó a ver el reflejo de algo que salió de la sombra, era el machete de Bonifacio que se estrelló una y otra vez contra su humanidad.
Allí encontraron al mono tendido en la mañana, tenía el brazo derecho casi cercenado, era todo lo que había utilizado para defenderse, el lado  izquierdo de su cara, a la altura del parietal tenía una herida profunda, también en el cuello las herida eran comprometedoras, todo fue alboroto por primera vez en Pinto se presentaba un caso similar, era increíble, inaceptable, inaudito.
¿Quién fue? Fue la pregunta. Al otro lado de la plaza se encontró el trozo de la cabuya de la mula de Bonifacio, aun amarrado a una ventana, no había dudas era él.
Un grupo de personas salió para la piragua a avisarle a Hernando, y el otro grupo rodeo la finca Pamplona, donde Bonifacio estaba acostado en una hamaca, encerrado, con la peinilla en el pecho. Hernando llegó y lo llamó varias veces, cuando contesto le dijo que le pagaba la muerte de su hermano con la vida de su mujer y sus hijos, a lo que Hernando dijo que no, que solo le interesaba hablar con él, para que le conocer  las razones por las cuales había acabado con la vida de su hermano Miguel , entonces con decisión y osadía  dijo “para fuera voy y otro me llevo”, salió como loco con el machete en la mano, Hernando retrocedió con temor y tomó un trozo de guayacán y lo lanzó contra Bonifacio logrando golpearlo a la altura del estómago y derribarlo, fueron instantes que aprovecho la turba y Hernando no logró verlo más.
Cuando llegó a su casa a ver a su hermano muerto y consolar a sus hermanas, que movidas por el dolor se aferraron a él, logró ver que la turba de gente ya tenía el cadáver de Bonifacio al otro extremo de la plaza, en la orilla de rio, para entregarlo a las autoridades.
Ese fue el final del mono Migue y Bonifacio, en un Pueblo llamado Pinto
Autor: Luis Eduardo Larios Payares

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